“Me motiva la gran fortuna de vivir en un sistema donde la voz del miembro individual y de la comunidad cuenta con instrumentos fuertes para influir en nuestra tarea parlamentaria y, lo más importante, eso permite que nadie tenga demasiado poder”, indica Andrea Caroni, legislador en el Parlamento Federal de Suiza.
El sistema político suizo se caracteriza por un nivel muy alto de participación ciudadana. Más de la mitad de las votaciones populares nacionales organizadas en el mundo se han llevado a cabo en Suiza. La ciudadanía helvética participa como ninguna otra en la toma de decisiones políticas: es llamada a las urnas tres o cuatro veces al año para votar sobre un promedio de 15 asuntos a escala federal.
Los ciudadanos deciden con su voto asuntos que han sido impulsados mediante la iniciativa popular o el referéndum obligatorio o facultativo, instrumentos de la democracia directa helvética. Estos ejercicios no deben ser confundidos con las elecciones legislativas que se producen cada 4 años.
En ese contexto, ¿Qué significa ese impulso ciudadano para un legislador en su quehacer cotidiano en el Palacio Federal de Berna?
“Estos instrumentos contribuyen a una gran participación de la ciudadanía y también nos quitan poder a los legisladores, porque sabemos que la última palabra la tiene el pueblo, explica Andrea Caroni, senador en el Parlamento de Suiza.
“Eso nos hace más humildes, otorga un equilibrio del poder entre la ciudadanía y el Parlamento. La ciudadanía nos controla, nos contradice, nos da impulsos. Tenemos el derecho de comentar las iniciativas ciudadanas en el Parlamento, pero no de bloquearlas, esto cambia el juego completamente”, ahonda Caroni, representante del cantón Rodas Exteriores (una pequeña entidad federal situada al nordeste de Suiza) en la Cámara Alta del Legislativo helvético y miembro del Grupo Interparlamentario de Amistad Suiza-Latinoamérica.